En el 2019, la Organización Internacional de Trabajo cumplirá cien años de existencia, y su lema será el del futuro del trabajo. Frente a ello los investigadores laborales de América Latina pretendemos mostrar el proceso de cambios y recambios que ha venido atravesando el subcontinente en cuanto a la orientación de los gobiernos de varios países en el intento de construir modelos de desarrollo diferentes al neoliberalismo. La imposición de dicho modelo, iniciado en la segunda mitad de la década de los años setenta se hizo a través de dictaduras militares, en algunos países, mientras que en otros fue agenciado por actores políticos y gremiales que ya se habían beneficiado con la sustitución de importaciones, a costa del debilitamiento del movimiento sindical y de otros movimientos sociales.
Sin embargo, desde finales de la década de los años noventa se produjeron acciones colectivas heterogéneas en distintos países en las que se expresó el inconformismo producido por el deterioro de las condiciones sociales y laborales de sectores medios, y la profundización de la exclusión de vastos grupos sociales, donde se evidenciaron las discriminaciones de género y las étnico-raciales. Estas expresiones, en países como Venezuela, Argentina, Uruguay, Brasil, Ecuador y Bolivia se tradujeron en acciones de gobierno que, en su momento, fueron denominadas “progresistas” y “neoliberales”. En ambos casos y coincidiendo con un auge del precio de los commodities en el mercado internacional, nacieron algunos modelos denominados “desarrollismo social” o “social-desarrollismo” y, en otros, “nacional-populismo distribucionista”. Hoy, estos modelos han resultado derrotados en el plano político, tanto en Argentina como en Brasil, y se encuentra en crisis en Venezuela, pues su proyecto de gobierno atraviesa serias dificultades de sostenimiento político y económico.
Estos giros, ocurridos en los países mencionados, lograron reducir drásticamente las desigualdades; se posicionaron las políticas públicas con perspectivas inclusivas, como la de género y las diferenciales en torno a lo étnico-racial; el sindicalismo alcanzó alguna revitalización en la mayoría de los casos, con repercusiones geopolíticas interesantes, como aquellas que lograron frenar el proyecto estadounidense de Asociación de Libre Comercio de las Américas (Alca), mientras se construían espacios alternativos orientados a la integración latinoamericana. Sin embargo, no se transformaron las estructuras de los sistemas productivos ni de poder político. Así pues, aunque el movimiento de los trabajadores y trabajadoras y otros movimientos sociales empoderaron y profundizaron la democracia participativa, con algunas excepciones notables, no lograron cumplir con las promesas de reindustrialización, pues sus acciones se soportaron en el extractivismo.
A raíz del cambio de signo político en dichos gobiernos, surge entonces la pregunta por cuál es la configuración socioeconómica de neoliberalismo que se está fraguando, tal como lo dejan entrever tanto los conflictos como los pactos en el mundo del trabajo; además de que ello se da de cara al reposicionamiento geopolítico de Estados Unidos en la región, mientras se evidencia el debilitamiento de los diferentes movimientos sociales y los sectores políticos que apoyaron los proyectos progresistas durante más de tres lustros.
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Además, los cambios en los gobiernos del norte indican también que el neoliberalismo está llegando a su límite, lo cual quedó claro con el voto de los estadounidenses por un candidato de derecha y abiertamente antiglobalización. Ese fue el voto de los trabajadores y las trabajadoras que perdieron con la globalización neoliberal, caracterizados por ser poco calificados, exmanufactureros y blancos. Ese voto fue una protesta por la pérdida de empleos, por la precarización laboral, por el aumento de la pobreza y, en general, por una distribución negativa del ingreso. Es cierto que las explicaciones a dicho fenómeno apuntan hacia el racismo, la misoginia, la homofobia; pero, en el fondo sobrevive el malestar por el modelo neoliberal. Es de advertir, además, que los sectores políticos cercanos al movimiento sindical y a otros movimientos sociales no han sabido capitalizar aquel malestar, sobre todo, aquellos que desde hace varios lustros han propuesto una alternativa razonada a ese paradigma socioeconómico.
Las ciencias sociales en América Latina y. en particular, en los estudios del trabajo, no han sido ajenas a esta situación, pues se han percatado de las incertidumbres que hoy se presentan en la sociedad y de las encrucijadas en que se encuentran los proyectos alternativos. Esto se expresa en un amplio y plural abanico de esperanzas y propuestas de otros mundos posibles, elaborados y construidos en categorías, propuestas, teorías y replanteamientos del pensamiento estratégico, tanto en la academia como en los movimientos sociales y políticos.
Al respecto, podemos decir que el tema de la desigualdad ha trascendido la preponderancia del enfoque exclusivo de ingresos e, igualmente, se han ampliado las exclusiones inmateriales referidas al acceso a las oportunidades y al disfrute de derechos y libertades, en razón a condiciones de clase, género, étnico-raciales, generacionales y territoriales, las cuales se materializan en desigualdades por discriminación, exclusión, jerarquización y explotación. Sin embargo, aún no se han generado propuestas explicativas que se conecten con los modelos o configuraciones de desarrollo propias de la globalización. Es en este vector que los estudios laborales podrían hacer un aporte muy valioso, en tanto entendamos el mundo del trabajo como el entrecruce de las distintas desigualdades y como vínculo entre los procesos micro y macro sociales, en especial con la precarización del empleo.
Es por todo esto que el IX Congreso de Alast propone que en sus paneles, simposios y mesas se hagan aportes con estudios críticos de nuestra realidad y se formulen diagnósticos y propuestas para enfrentar el nuevo contexto. Detrás de ello hay un llamado de atención sobre la tendencia al freno o, incluso, al retroceso en los avances contra la desigualdad, la discriminación y precarización laboral, en los que se han puesto en juego los debates propios de una comunidad académica en la confluyen distintas disciplinas, paradigmas y programas de investigación.